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Presentaciones

VII Mujeres Mirando Mujeres. Elisa Terrobamarzo 2021–junio 2021

VII Mujeres Mirando Mujeres. Elisa Terroba

Preámbulo sobre el libro de artista

A pesar de que Elisa Terroba dice que no hace libros de artista, a mi entender su trabajo se encuadra perfectamente en esa corriente creativa a la que algunos autores fijan su inicio en los años sesenta del siglo XX, sin olvidar el papel decisivo de Mallarmé y las vanguardias rusa e italiana, y aun cuando sus orígenes más remotos puedan establecerse en los manuscritos iluminados medievales.

Pero ¿qué es un libro de artista?

Según Javier Maderuelo “El libro de artista es un género de obra de arte en la que (…) su voluntad es fundamentalmente la de ser una obra plástica autónoma”.

El profesor Salvador Haro dice “Cuando el libro se presenta como obra de arte se separa a menudo de su estructura y función originales, permitiendo al artista usar las páginas, que ya no están sujetas a reglas de la lectura, como un espacio de creación”.

Claramente los libros de Elisa Terroba encajan en estas definiciones porque se apodera del libro y lo convierte en un campo de experimentación. Ella misma asegura: “los libros son la parte central de mi trabajo. Los investigo en su forma, como un contenedor de la información […]. Cuando los manipulo, rompo o construyo, de una forma u otra, busco abolir sus fronteras”.

Existen múltiples clasificaciones de los libros de artista y aun cuando siempre son limitativas, nos sirven para ubicar los libros de Terroba en esta categoría. De entre todas, me parece muy acertada la que da José Emilio Antón en su blog: “libro de artista original, libro objeto, libro montaje y libro reciclado o alterado. Este último subgrupo es para aquellos trabajos en los que un artista toma un libro común, de edición normalizada y lo manipula hasta convertirlo en una forma propia”.

Y Elisa confiesa la pertenencia de sus obras a este subgrupo cuando dice que se dedica a deconstruir libros para reconstruirlos como objetos de arte. ¿Importa qué libros rompe? Normalmente sí, aunque no siempre. A este respecto nos dice: “A veces es interesante el libro como soporte, como una arquitectura independiente, y su contenido queda relegado a un segundo plano”. Es el caso de mi obra Boom. Pero la mayoría de las veces, entre todos los libros que rompo se entabla un fino equilibrio entre el contenido, el soporte del libro inicial y el concepto y forma de la obra final. Son los casos de 1984 o Wikipedia. Estas reconstrucciones pueden mantener a los libros en su formato tridimensional tradicional (Esto no es un libro) pero también pueden ser taladrados (Troquelado), convertidos en hilo fino (Hilo de Ariadna), tejidos como un tapiz (El realismo y el impresionismo), quemados (Yoko Ono) o congelados (Auras líquidas).

¿Hacia dónde va el libro en la era digital?

“Quiero decirlo con rotunda claridad: no lamento que los libros desaparezcan. Pero estoy dispuesto a darles la oportunidad de sobrevivir. Y los libros, para sobrevivir, tienen que cambiar. Y las obras-libros son la verdadera posibilidad de supervivencia que tienen los libros.” Esto decía Ulises Carrión en los años setenta, cuando aún no podía vislumbrar la deriva digital del libro, pero ya intuía los retos a los que este fabuloso artefacto podría enfrentarse en el futuro.

Cuarenta años más tarde, este discurso iniciático de Carrión se carga de razón en palabras de la comisaria de exposiciones Magda Polo: “Cuando actualmente se está hablando, ante la proliferación de los e-books y la amenaza de la edición digital, de la muerte del libro, sería acertado recordar que en la historia de nuestra cultura se han formulado y padecido muchas muertes, la muerte de Dios, la muerte del arte, la muerte del sujeto… De hecho cada muerte, aunque no sea física, representa una transformación respecto de lo anterior, una propuesta que no acaba con la vida de nada, ni de nadie. Creemos en la convivencia de diferentes soportes, contenidos, diseños…para el libro”.

Elisa Terroba destruye y reconstruye libros. Para ella son uno de los más poderosos artefactos creados por el hombre y por eso han sido borrados, perseguidos, prohibidos y quemados a lo largo de la historia (algo tendrán cuando los queman). A pesar de ser objetos simples y frágiles, albergan gran parte del conocimiento de la humanidad. Sin embargo, en la era digital el libro se enfrenta a la posibilidad de su desaparición porque ha dejado de ser el único receptáculo de la memoria y su papel está en cuestión. Asistimos, por tanto, al desplazamiento del saber universal a otros soportes como Internet o los dispositivos móviles. El rol del libro está en cuestión.

Para leer un libro de artista tenemos que cambiar nuestra actitud como lectores. Aprender a apreciar los cambios en la estructura de libro y sentir e interpretar sus signos, sus texturas y su nueva función porque ya no es un objeto de conocimiento sino una obra de arte.

La artista carga de sentido todas sus obras con un discurso subterráneo que a veces no está exento de humor, y las empuja más allá de la belleza convirtiéndolas en ideas que fundamentan su intencionalidad artística. Así trasciende el libro como recipiente de conocimiento y lo convierte en objeto de arte, en poesía visual.

Corolario

Cuando Marcel Duchamp adquirió su multicitado urinario y lo tituló Fuente, marcó un camino que aún no ha dejado de dar sus frutos más de un siglo después. En 1961, Dieter Roth comenzó a recortar páginas de periódicos en pequeños trozos y a construir con ellos minúsculos libros, entonces abrió un campo hasta entonces inexplorado en el libro de artista.

Ninguno de los dos pudo imaginar la influencia que esas, aparentemente inocentes, prácticas artísticas han tenido sobre la gran mayoría de creadores contemporáneos y, por ende, en el trabajo de Elisa Terroba.

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