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Presentaciones

José Guerrero en el taller de Perry Oliveroctubre 2008–marzo 2009

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Muchos pintores no se dan cuenta de lo que se aprende trabajando con la gráfica. Es muy importante el espacio del papel, la forma plana. Con el óleo, con la pintura, tienes la posibilidad de usar más trucos, pero en el grabado, no es posible, es plano, ahí está la pureza. Mira los grabados de Picasso.

— José Guerrero

El rápido cambio hacia la abstracción en la obra de José Guerrero (Granada, 1914 — Barcelona, 1991), que se produce casi inmediatamente después de su llegada a Nueva York en 1949, no se explica sin los muchos días pasados en el taller de grabado Atelier 17 de Stanley William Hayter situado en el Lower East Side.

La importancia del taller estuvo, no solo en el hecho de que Guerrero aprendiese técnicas de grabado, sino en la radical actitud del propio Hayter.

Hayter se había formado en París en el período en que el surrealismo y el “automatismo psíquico” estaban en boga. También había sido amigo de Kandinski. En su taller, la plancha de cobre se convirtió en un campo en el que fuerzas abstractas luchaban y Hayter animaba a la mayoría de los artistas que allí experimentaban, entre ellos Miró, a liberarse tanto de las convenciones espaciales tradicionales como de la cubista.

El duro trabajo de Guerrero en el estudio le atrajo rápidamente hacia un clima intelectual en el que su imaginación pictórica se liberó. También le enseñó cosas sobre el valor cromático, la increíble variedad disponible en la yuxtaposición del blanco y el negro.

Desde ese momento el grabado forma parte del universo de Guerrero.

A falta de la catalogación de su obra gráfica –en preparación por el Centro José Guerrero de Granada– si sabemos que en España, en 1967, Juana Mordó editó una carpeta Seis litografías, con un texto de Jorge Guillen y que en 1971 el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca editó la carpeta Fosforescencias: seis serigrafías, acompañada de un poema de Stanley Kunitz.

Igualmente, en 1975, participó en la carpeta Granada a Rafael Alberti (editada por al Fundación Rodríguez Acosta) y Grupo Quince editó El color en la poesía, seis litografías acompañadas por textos poéticos de Rafael Alberti, Federico García Lorca, Jorge Guillen, Pablo Neruda, entre otros.

Si José Guerrero salió de Granada para, tras un periplo por Madrid y otras ciudades europeas, establecerse en Estados Unidos, Perry Oliver realiza el viaje a la inversa: desde Pensilvania a Nerja.

Oliver viajó a Europa en el año 1968 y cansado de las curvas de la carretera se apeó en Nerja y se estableció en la casa –una antigua escuela– donde hoy tiene su taller de grabado.

En Estados Unidos había sido socio del estudio de diseño arquitectónico Oliver Wright Associates, pero no tenía estudios artísticos.

Un amigo aficionado al arte le enseñó las posibilidades técnicas de grabado, le facilitó un tórculo artesanal y los instrumentos de grabar. Y de esta forma aprendió solo.

Su técnica calcográfica favorita es la aguatinta al azúcar, cuyo dominio le convierte en un maestro, empleando el saquito para espolvorear la resina y no la caja resinadora, con lo que consigue bellas transparencias.

En el año 1965 Guerrero había regresado a España con su familia, adquiriendo en Nerja, en la carretera de Frigiliana, el Cortijo San José donde pasarían los veranos a partir de entonces.

Así al azar quiso que estos dos artistas se encontraran y colaboraran entre los años 1984 a 1987.

Los grabados y planchas que presentamos son de dicho período y están realizados en el taller de Oliver en Nerja.

Sirva esta exposición como pequeño homenaje a José Guerrero –cuyo cumpleaños se celebraría el 27 de octubre– y también como reivindicación de la figura y la labor del grabador-estampador, tan olvidada por la historia del arte.

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